Siempre hay un instante, tras organizar todo, en el que miras la habitación y sientes que algo no encaja. No es fácil identificarlo. Los muebles son elegantes, los colores te gustan, y las cortinas nuevas son perfectas. Sin embargo, el conjunto no fluye como esperabas. Hay una sensación de pesadez en el aire. Parece que el espacio es más pequeño de lo que realmente es. A veces piensas que antes estaba mejor. ¿Pero antes de qué? ¿Antes de la alfombra nueva?
El error común que rompe el equilibrio
Es frecuente caer en la trampa de creer que más elementos dan más personalidad a una habitación. Es casi instintivo… añadir un cuadro, luego una estantería, después una lámpara. El problema surge cuando la habitación deja de hablar y empieza a gritar. Los ojos no tienen dónde descansar; todo compite por atención. En vez de calidez, se siente confusión. En vez de acogida, una sensación de agobio, difícil de explicar pero fácilmente reconocible.
Cómo identificar cuando hay un exceso
Muchos solo lo notan con el tiempo, cuando moverse por la casa se vuelve menos fluido, cuando se acumulan objetos sin uso, cuando cada rincón parece lleno pero no respira. Es entonces cuando algo necesita revisarse. Una habitación no es un tablero de anuncios. No es necesario mostrarlo todo de inmediato ni ocupar cada pared. De hecho, el espacio vacío tiene su importancia.
El valor de los espacios libres
Un ambiente bien decorado necesita zonas de tranquilidad, no solo visuales, sino también físicas. Lugares donde el cuerpo puede moverse sin chocar con nada, donde la mirada puede descansar sin buscar constantemente un punto de referencia. Esto también se aplica a los estilos más decorativos, como el boho, el vintage o el ecléctico. Todos funcionan solo si hay equilibrio. Si cada centímetro está ocupado, se pierde el carácter. Es como si los elementos se anularan entre sí.
Estrategias para recuperar el equilibrio
Para saber si hay demasiado, observa la función del espacio. Si para ir del sofá a la cocina debes esquivar obstáculos, hay que reorganizar. Si cada pared parece saturada, quizás ya te excediste. Lo mismo ocurre si sientes que la casa está siempre desordenada, incluso cuando está limpia. No es cuestión de limpieza, sino de sobrecarga visual. Demasiada información fatiga la mente.
Los expertos en diseño de interiores hablan de zonas de descompresión. Parece un término técnico, pero es sencillo: los vacíos hacen funcionar a los llenos. Un muro sin nada, un rincón con solo una planta, un espacio alrededor del sofá para caminar sin tropezar. Dejar espacio no significa estar incompleto. Significa dar respiro a las cosas, a la luz, a las personas que habitan en el hogar.
Reorganizar un espacio abrumador no requiere grandes cambios. A veces basta con mover un mueble unos centímetros, quitar una silla, liberar una repisa. El efecto es inmediato y se traduce en bienestar. En un entorno aireado, la mente se relaja. Todo lo que queda –un cuadro, una lámpara, una butaca– adquiere más valor. Porque finalmente se ve, finalmente se siente.
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