Había un rincón en la sala que me inquietaba. No era feo, solo vacío. Ese espacio entre la pared y la ventana donde nada parecía encajar bien. Probé con una silla, un cuadro y una planta. Hasta que un domingo, mientras reorganizaba, recordé una estantería en el sótano. Era de metal negro, con líneas finas y tres niveles. La limpié, la fijé a la pared y pensé: ahora necesito algo que fluya, que respire, que se expanda sin abarrotar. Un verde simple, pero presente.
Salí a buscar unos Pothos. No por casualidad, sino porque son las únicas plantas que nunca he visto sufrir. Elegí tres diferentes: uno con hojas doradas, otro con vetas blancas y uno muy brillante, casi ácido. Los coloqué en la estantería con calma, ajustando alturas y orientaciones. Ahora, ese espacio es el foco visual. Parece pensado, pero no forzado. Con tres plantas y un par de velas, logré más que con meses de intentos. Vamos a los detalles.
Beneficios de usar Pothos para decorar con verde
Notas el cambio cuando la habitación empieza a respirar. No solo poéticamente, visualmente también. El espacio se aligera, toma ritmo, adquiere un centro. Lo bueno del Pothos es que no necesitas orientación científica; no requiere luz directa, crece donde otras plantas se rinden. Parece que todo está bajo control. Esa estantería parece planeada, aunque solo la montaste y llenaste con lo que tenías a mano.
Variedad y disposición: claves del éxito
El secreto, si lo llamamos así, está en la variedad. Tres Pothos juntos no deben ser iguales. Cambiar tonalidades y tamaños crea un movimiento natural, una armonía que llena sin abrumar. La disposición ayuda mucho: uno en lo alto que cae, otro central más compacto y uno pequeño que equilibra al lateral. Solo necesitas un libro claro, una vela, quizás una caja pequeña para ocultar cosas.
Elegir la estantería ideal
La elección de la estantería cambia todo. No necesitas algo llamativo, al contrario. Cuanto más sencilla, mejor destaca el contenido. Modelos de metal negro o madera clara se adaptan a hogares modernos o con toques vintage. Si tienes paredes blancas, mejor aún: las hojas resaltan más. No estás añadiendo objetos, estás creando una composición. Y eso otorga un toque de “cuidado sin esfuerzo” propio de hogares bien decorados, aunque reales y vividos.
Detalles finales y mantenimiento
Un detalle clave son los maceteros. Aquí, el ojo se vuelve más exigente. La plástico a la vista puede arruinar todo. Sustitúyelo por cache-pots de cerámica, metal satinado o vidrio grueso. El efecto final es una pequeña escena ordenada, con tonos cálidos, donde la planta es estructura, no adorno. Esto sorprende por su influencia en la percepción general del espacio. Quien entra lo nota, aunque no lo entienda de inmediato. Tú lo sientes por cómo cambia la luz y cómo te mueves en ese rincón.
Finalmente, el mantenimiento es sencillo. El Pothos es generoso. Requiere poca agua, algo de luz indirecta, y limpiar sus hojas de vez en cuando. No es una planta que necesite cuidados constantes; es una planta que te acompaña. Si crece demasiado, se poda. Se renueva. Permanece bella. Por eso funciona tan bien en el hogar: se adapta, llena sin imponerse. En tiempos donde buscamos menos cosas pero más significado, esta pequeña composición verde en una estantería hace mucho más de lo que parece. Y es solo una de las muchas ideas que puedes realizar.
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